dimarts, 6 de setembre del 2011

Homenaje al agua.

Pozuelo de Alarcón hace un homenaje al agua. La fuente de su parque es un chorro de agua. Nada más. Porque en Madrid una fuente puede ser eso nada más : el agua. El monumento es el agua. Nada más. Pero eso no puede ocurrir en muchos sitios, sino sólo en algunos lugares donde como en Madrid se adora el agua. Luis Antonio de Villena dice que los madrileños adoran las piscinas. Muchos saben que adoran las playas valencianas y alicantinas.

Pero yo voy más allá. Yo digo que los madrileños adoran el agua. Sus fuentes, desde Neptuno a Cibeles me han hablado de ese amor. Y la fuente de Pozuelo me lo ha confirmado. El agua, las fuentes, expresan algo profundo del alma de estas gentes del centro geométrico o de la piel de toro.









Y no es el amor al agua de las playas, que también adoran por supuesto. Ni a las piscinas que dice De Villena en su guía de Madrid. Es un amor más puro, más antropológico, más esencial. Es amor simplemente al agua.


¿Y qué decir del lago? Lo primero que pensé cuando lo descubrí fue ¿Cómo es posible que una ciudad como Madrid no haya convertido este espacio en una inmensa zona de baño? Y aún no me lo he respondido del todo pero hay una mezcla curiosa de razones que se entremezclan como un nudo de comunicaciones. Como una especie de bypass, pero algo contradictorio. Es decir muy humano. De Villena. Luis Antonio dicen que los madrileños estan enamorados de las piscinas y ya hemos visto que es cierto. Pero hay algo más. Yo creo que aquí entra el amor al agua que he mencionado antes. Es decir, el madrileño se queda pasmao mirando el lago. Remando. Y esto ya es tanto que no necesita nada más. ¿Ni siquiera el baño?

Pero la cuestión de las piscinas en Madrid es algo contradictoria. Algún día hablaremos más en profundidad del tema porque lo merece. Hablaremos a fondo de las piscinas en Madrid.

¿Les has visto la cara de felicidad remando en esas pequeñas barquitas que surcan el lago, un espacio acuático más bien pequeño? Tengo que decir que me llamó la atención que en ese espacio, igual que en el Retiro, unos lagos que son más bien lagitos, disfrutaran tanto remando de un lado a otro. Yo vengo del mar, cierto, y me parecía tan poca cosa eso... acostumbrado a ver las barcas perderse en la lejanía del horizonte azul del mar. Pero también estoy acostumbrado a respetar y preguntarme porqué la gente hace cosas que a mí me parecen extrañas. Y creo que voy empezando a encontrar las razones en el amor del madrileño por el agua.
 

Y es una adoración que me traslada a tiempos pero que muy pretéritos. Es una adoración que me puede  trasladar a una cultura mediterránea antigua. Pero que también me puede trasladar a la cultura de las aguas interiores de los pueblos celtas del centro de Europa. Asentados en zonas lacustres donde confluían los grandes ríos europeos y que constituían en la edad del hierro las zonas de confluencia tambien del comercio y del transporte y de la riqueza. La primera Europa, según muchos.
Es difícil delinear donde empieza la influencia celta, la de las aguas interiores y las otras culturas de orígen mediterráneo. Hay un gallego - los gallegos son los descendientes más puros de esa que llamo cultura de los lagos -,  importante en la Historia de España, - pero de pérfida memoria -, que disfrutaba especialmente con esos lagos interiores llamados pantanos.
 ¿Llegó a Madrid la cultura del Algar? ¿Es la cultura ibérica más mediterránea de lo que ya suponemos?

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